Primer
Encuentro Interdisciplinario. Psicoanálisis y educación. Sociedad Peruana de Psicoanálisis, Lima,
1992. Publicado en “Psicoanálisis y
Educación”, Biblioteca Peruana de Psicoanálisis, 1992.
Creo que ésta era una buena
oportunidad para actualizar y reelaborar el tema que desde hace algunos años
venimos trabajando sobre el proceso de formación en nuestra institución[1]. Por otro lado, si bien no es una experiencia
precisamente novedosa, creo que es lo suficientemente valiosa como para
compartirla con quienes intentan desarrollar modelos institucionales
educativos.
Adicionalmente, debo decir
que, como psicoanalistas y psicoterapeutas, nos preocupa cada vez más la labor
de prevención de la enfermedad, particularmente en un país tan enfermo como el
nuestro. De todo esto resulta,
felizmente, una gran movilización de nuestros recursos hacia la salud y creemos
firmemente que la docencia y el trabajo en común son un buen vehículo para
obtenerla.
En medio de todo este
registro están las generaciones venideras, a las que tenemos la obligación de,
cuando menos, señalar la ruta hacia un Perú mejor.
Pero dichas “generaciones
venideras” ya están; y, nosotros casi nos estamos yendo, con nuestros viejos
vicios y sin innovar. Tratemos, pues,
juntos, de encontrar en este espacio algunas respuestas y, más que respuestas,
decisiones sobre acciones a tomar; que no queden nuestros esfuerzos en la pura
exposición sensual.
Algunas
precisiones necesarias
La escuela del Centro de
Psicoterapia Psicoanalítica de Lima, a la cual me he referido al comienzo,
viene desarrollando actividades académicas, para la formación de
psicoterapeutas psicoanalíticamente orientados, desde su fundación hace 8 años. Cuatro promociones han egresado y otras
cuatro se encuentran en los diferentes niveles de sus respectivos procesos
formativos.
La enseñanza se imparte a lo
largo de cuatro años, pero, para ingresar a la escuela, es menester pasar por
un “curso introductorio”, período durante el cual los cursos son dictados por
la totalidad de los profesores de la escuela, lo que permite que tanto alumnos
como profesores tengan la oportunidad de conocerse y evaluarse. En este lapso, los alumnos-postulantes
tienen, adicionalmente, la oportunidad de confrontarse con sus motivaciones e
intereses, a través de un proceso de dinámica grupal.
Producto de la constante
evaluación de las actividades que realizamos es que prácticamente ninguna de
las promociones con las que nos vinculamos haya recibido la misma propuesta
curricular. Incluso, la modalidad de la
conducción de la dinámica grupal se ha ido modificando, al mismo tiempo que
cobraba mayor importancia en nuestra consideración, como veremos después.
Respecto a estas
modificaciones, podríamos agregar que, al comienzo de nuestras actividades, el
mayor sostén de las mismas era la teoría psicoanalítica. La intelectualización, como bandera de lucha,
nos protegía de oscuras ansiedades, que sólo tiempo después pudimos comprender
y manejar a cabalidad. Ahora, 8 años
después, podemos decir que, si bien dicha teoría tiene un lugar prevalente en
nuestro plan de estudios, lo que sostiene la formación que brindamos es el
espíritu psicoanalítico.
Para explicar mejor cómo
llegamos a ello, es menester dar cuenta de algunos conceptos sobre los grupos y
su dinámica. Todo grupo humano, en
términos corrientes de funcionamiento y conducción, puede corresponder a
cualquiera de estas tres modalidades[2]:
·
Grupo
Autocrático: Es aquél en el que el líder tiene todo el
poder y a los miembros del grupo no les queda más que acatar sus
indicaciones. El ejemplo típico es el de
un grupo militar.
·
Grupo
Democrático: El líder surge en base a la
representatividad de los miembros del grupo y se debe a las decisiones de los
componentes del mismo.
·
Grupo
“Laissez Faire”: Es un grupo en el que cada cual hace lo que
le parece, ante la carencia de un liderazgo integrador y/o demasiado pasivo.
Respecto a este mismo tema,
W. R. Bion[3] encuentra que los grupos
pueden, en sus orígenes -y más allá de
ellos- funcionar de dos maneras
distintas, que son:
·
El
grupo de trabajo: En éste, dice Bion, la actividad va
aparejada a una tarea, se halla ligada a la realidad; sus métodos son racionales y, en consecuencia,
son -por lo menos embrionariamente- científicos. A este aspecto de la actividad
mental de un grupo es a lo que él llamó “grupo de trabajo”.
·
Los
grupos de supuestos básicos: En ellos, la actividad de grupo para conseguir
sus objetivos se ve obstruida por actividades mentales que tienen en común el
tenor de fuertes tendencias emocionales y fantasías, que Bion agrupó de la
siguiente manera:
o
Supuesto
básico de dependencia: el grupo coloca en el líder la total
capacidad y atributos para satisfacer necesidades de dependencia, apoyo y
protección. Se resiste a toda actividad
opuesta a esta premisa.
o
Supuesto
básico de ataque-fuga:
El sentir del grupo es que se reúne para enfrentar algo o huir de algo. El liderazgo es buscado en alguien que
satisfaga estas necesidades. Otras
propuestas ajenas a estos objetivos son rechazadas.
o
Supuesto
básico de emparejamiento: El grupo coloca las expectativas en
que, en base a tal o cual acontecimiento, en principio en que se unan dos
miembros de sexo opuesto del grupo, “las cosas cambiarán”, ya que de ellos
saldrá el mesías, el salvador. Todo está puesto en un futuro esperanzador; por
lo tanto, el presente es soslayado.
Hechas estas precisiones
conceptuales, volvamos al punto en que nos detuvimos, aquél acerca del
“espíritu psicoanalítico”. Éste es el
producto de una evolución en la que, en los inicios, nuestro grupo conductor se
manejaba sobre supuestos básicos de ataque-fuga, frente a lo que reactivamente
actuábamos más bien con una conducción del tipo laissez faire.
Ahora, 8 años más tarde,
podemos decir que constituimos un sólido grupo de trabajo o tareas, no exento
de momentos regresivos, los que podemos felizmente superar.
No ha sido sencillo el
tránsito. En el primer momento, el
trabajar y estudiar absorbían nuestros mayores esfuerzos. Era una época de gran riesgo para la
subsistencia como grupo y, por lo tanto, parecía no importar demasiado si
manteníamos o no una claridad de objetivos en relación a formar
psicoterapeutas. Más bien, les dábamos
elementos propios de una formación como psicoanalistas. Todo esto se daba dentro de un marco de
cierta laxitud en el cumplimiento de las exigencias formativas.
Tal vez valga la pena
mencionar que eran momentos en que el movimiento psicoanalítico mismo
enfrentaba su reto histórico de estructuración y no podíamos sustraernos del
todo a las influencias de la propia dinámica que de allí emanaba.
En algún momento, sin
embargo, empezamos a tener un “insight” de nuestra necesidad de integrarnos
mejor en base al sostén común de objetivos más decantados, como la necesidad de
conformar mejor una ley en la que nuestros
alumnos encuentren una mayor posibilidad de sentirse identificados
consistentemente como psicoterapeutas.
¿Qué
sostuvo esta evolución?
Creemos que ha sido
básicamente la explicación exhaustiva de la lectura analítica a nuestros
propios procesos de desarrollo como grupo.
La experiencia, previamente adquirida en dinámica grupal, por algunos de
nosotros, permitía encontrar respuestas, al principio tan solo atenuantes de la
incertidumbre, para luego llegar a ser francamente resolutivas. Se fue
desarrollando entre nosotros un espacio analítico de encuentro, muy
grato y acogedor.
Primero, solo éramos los
directivos. Luego, el grupo se fue
enriqueciendo con la incorporación de nuevos miembros. El año pasado tuvimos la feliz idea de
compartirlo, además, con los alumnos, en unas jornadas que, a nuestro entender,
marcaron la consolidación de nuestra estructura como grupo de trabajo y como
escuela, en su sentido cabal.
Nuestras reuniones, al
comienzo, eran semanales, en casa de cualquiera de nosotros. Con el tiempo, al crecer el grupo, estas
reuniones se realizan mensualmente, participan todos los miembros directivos y
profesores, así como el personal administrativo, en el local de la
escuela. A esto se añaden por lo menos
dos jornadas largas de evaluación de la tarea, al final de cada cuatrimestre.
Con el transcurrir del
tiempo, pudimos observar que era posible tolerar las interpretaciones y
confrontaciones que de la dinámica grupal se hacían. Nuestros miembros, cada vez más, se podían
ubicar sobre la base de sus reales capacidades y limitaciones. Se podían superar algunas incongruencias de
nuestras propuestas, pulir defectos de la conducción de los cursos, consolidar
los compromisos con la tarea, apoyar al que tenía una carencia tanto como al
que mostraba su inspiración creativa.
Había y hay una sensación de “buena compañía de vuelo”, pero siempre con
posibilidades para “aterrizajes forzosos”, propios de saludables ajustes a la
realidad: total, siempre habrá posibilidades para un nuevo despegue creativo.
El ir logrando este clima
tiene como resultante una mayor concurrencia a las reuniones mensuales, a las
que solamente en forma excepcional falta algún miembro.
Resulta muy singular
observar que, paralelamente a todos estos fenómenos en el grupo conductor, se
va desarrollando una mayor consistencia y convicción respecto a las exigencias
de la tarea formativa. Hay un firme sentimiento
de ley que todos estamos dispuestos a acatar desde una dimensión
predominantemente yoica (no superyoica).
Es difícil resumir o poner
en palabras todo el esfuerzo que se puso en lograrlo, que se sigue poniendo. Lograr
mantener un nivel de solidaridad y crítica alturada entre nuestros miembros ha
tenido que ver también con la necesidad de tomar distancia de los viejos
modelos nacionales (¿?), tan arraigados en nuestro entorno, como son el chisme
o los comentarios tendenciosos, propios del ataque-fuga. Creo que a estas alturas de nuestra evolución,
“lapidamos” menos y comprendemos más.
Hasta aquí me he centrado
básicamente en el grupo conductor.
Respecto a los alumnos, se vio igualmente la necesidad de trabajar sus
dificultades para constituirse como grupo de tareas-aprendizaje.
Cada vez más, hemos tenido
en cuenta lo que ya muchos han señalado (por ejemplo, Alberto Péndola)[4]. Es decir, que la formación analítica moviliza
mucho a los educandos (candidatos). Si a
esto se agrega una precaria estructura de sostén grupal, los resultados pueden
ser nefastos.
Por este motivo, a partir de
la quinta promoción, se hizo lugar para una hora semanal de dinámica grupal a
lo largo del curso introductorio. De
esta manera, además de integrarse como grupo y comprender más acerca de la
realidad de la formación, podrían procesar interferencias surgidas en la
relación con los profesores o cursos, situaciones que bien podrían tener que
ver con fenómenos transferenciales o contratransferenciales (en ambos
sentidos).
Hemos podido comprobar que,
de no tenerse en cuenta estos aspectos, el riesgo de perturbación en el proceso
de formación es grande. Con cierto
dolor, recordamos que una de nuestras promociones prácticamente desapareció
como tal al no poder resolver sus dificultades grupales. No pudimos ayudarlos con una respuesta
efectiva: ¡aún no estábamos suficientemente integrados como grupo conductor!
Otra promoción tuvo,
también, grandes problemas para remontar un entrampamiento
transferencial-contratransferencial con su tutor, lo que nos movió a una mayor
conciencia de la necesidad de trabajar la dinámica de los grupos constituidos
en promociones.
Por ello, al presente,
dichas reuniones se realizan periódicamente, por lo menos una vez al mes. En situaciones críticas, se aumenta la
frecuencia, tanto como la duración y/o se hacen cambios en la modalidad del
trabajo grupal. El objetivo se plantea
claramente: “hasta resolver el problema”.
Estas reuniones de dinámica
grupal se han integrado a las que previamente se realizaban como reuniones de
tutoría. Actualmente, la actividad de
tutoría, que contempla los aspectos evolutivos de la realidad del proceso de
formación, llámense problemas de coordinación horaria, dificultades con algún
curso, actividad, etc., hace lugar a las consideraciones respecto a “otras
causas” -no conscientes, provenientes
del “inconsciente grupal”- que pudieran estar perturbando la marcha y/o
consecución de dichos objetivos.
A veces, el problema real o
de factor inconsciente no proviene del alumno.
Ciertamente, puede ser que el profesor o la institución misma estén
promoviendo o complementando el funcionamiento de supuesto básico. Surge, entonces, la necesidad adicional de
trabajar el tema en las reuniones de profesores-directivos.
Los alumnos, en un primer
momento, no creían en la autenticidad de esta posición. Hubo reclamos acerca de
que no considerábamos la realidad, amparándonos en nuestras
interpretaciones. Ésta es una actitud
propia de un supuesto básico. Creo que
sólo han podido integrar la variable al ir comprobando que, efectivamente, estábamos
permanentemente observando en nosotros mismos aquello que les pedíamos a ellos
que observen: el trasfondo inconsciente grupal de nuestras comunes
actividades.
Esto ayudó, adicionalmente,
a diluir las distancias y a que la resultante fuera una mayor participación
organizativa y mejores posibilidades de identificación con las tareas
propuestas, ya que ahora muchas de éstas surgen de ellos mismos, sea por
verbalización directa o como producto de nuestras interpretaciones.
Justamente, el hecho de darnos
cuenta de la necesidad de decantar su identidad como psicoterapeutas,
desligándose de la idealización de la identidad del psicoanalista, nos llevó a
realizar las jornadas que antes mencionara.
Éstas se llevaron a cabo en el mes de julio pasado y la estructura de
trabajo fue fundamentalmente sobre la base de la dinámica grupal, en la cual
participamos todos con una total horizontalidad. Creo que una de las consecuencias de aquellas
jornadas fue que actualmente exista la Asociación de Psicoterapeutas Psicoanalíticamente
Orientados.
Alentados por estos
resultados, decidimos modificar la modalidad de trabajo de la dinámica grupal
en los cursos introductorios, realizando así, desde la última promoción,
talleres de trabajo vivencial intensivo, incluyendo técnicas de psicodrama, de
pequeño y gran grupo. El resultado de
esta variación lo pudimos observar de inmediato en diferentes niveles: mayor
integración al interior del grupo, mayor motivación para la tarea, mayor identificación
con la propuesta de la terapia personal, notoria disminución en los índices de
ausentismo y consolidación de las motivaciones respecto a la formación como
psicoterapeutas.
El grupo, al inicio de la
formación regular, está mucho más cerca de considerarse un grupo de tarea, con las entendibles
ventajas que esto supone para su formación.
Quisiera, ahora, mostrar en
una pequeña viñeta, cómo lo que no pudimos hacer con aquella promoción hace
algunos años ahora sí encuentra en nosotros una capacidad de respuesta
resolutiva.
Se trataba, nuevamente, de
la posibilidad de desintegración de una promoción, al mismo tiempo que se
producía una suerte de “autoinmolación”, entendido como un “abandono de la
formación”, de un miembro sensible y representativo de dicho grupo, atrapado en
una suerte de liderazgo que absorbía la hostil frustración de sus compañeros.
Habíamos detectado, hacía ya
un tiempo, estas dificultades para integrarse entre los miembros de la
promoción que llamaremos “x”. Un alto
nivel de deserción, desde el proceso introductorio, hacía ver que estaba siendo
difícil remontar el supuesto básico de dependencia, con el que se habían
iniciado. A esto, se sumaban los
elementos de la realidad: cierto descuido de nuestra parte en el dictado de los
cursos correspondientes, dificultades del tutor para conducir el trabajo grupal
(también por factores de realidad), etc.
Un primer intento de superar
el escollo, en una reunión grupal, permitió tomar mayor conciencia del
problema; pero, las propuestas ahí planteadas no pudieron ser sostenidas por el
grupo en un sentido de resolución.
Un nuevo tutor intentó
desarrollar el trabajo intensivo que habíamos propuesto en la reunión del grupo
conductor durante la evaluación de fin de año.
Pero esto fue interferido, tanto por las resistencias del grupo mismo
como por la realidad de las vacaciones largas del verano.
En otra reunión del grupo
conductor, previa al reinicio de las clases, se volvió a considerar el
problema. Tomamos el acuerdo de que, en
lugar de hacer clases inaugurales, todo el staff se reuniría con la promoción,
toda una mañana, para trabajar el problema.
Así, de alguna manera, estaríamos a la altura de su fantasía de origen,
la cual fue expresada en la primera reunión del curso introductorio: que
estuviéramos todos los profesores y directivos para recibirlos, cosa que no se
dio durante el curso introductorio y que los llevó a sentirse muy
frustrados. La finalidad, claro está,
era prestarles un apoyo masivo y prioritario en su dificultad y lograr, nosotros
mismos, encontrar alguna respuesta resolutiva.
Simultáneamente a esta
decisión, el emergente grupal, al que nos referimos anteriormente, nos comunica
su decisión de retirarse. Ya habíamos
observado que el grupo veía en él al torcido representante de la actividad
opuesta a las premisas básicas de dependencia.
El emergente vivía con culpa
su actitud de búsqueda de atender a sus necesidades de aprendizaje, ya que el
grupo respondía reiteradamente con un sordo y hostil silencio a sus
iniciativas. Sentía, además, que lo
abandonábamos a su suerte y, en medio de la frustración, rabia e impotencia que
la situación le movía, decidió retirarse de la promoción.
Esto, en nuestra lectura, correspondía a una inmolación, aquello que hacen ahora los estudiantes cercanos para llamar la atención de las autoridades que desatienden sus demandas. En este caso, a la vez, se satisfacían las fantasías de eliminación de sus compañeros, en la búsqueda de mantener el supuesto básico de dependencia.
Esto, en nuestra lectura, correspondía a una inmolación, aquello que hacen ahora los estudiantes cercanos para llamar la atención de las autoridades que desatienden sus demandas. En este caso, a la vez, se satisfacían las fantasías de eliminación de sus compañeros, en la búsqueda de mantener el supuesto básico de dependencia.
En aquella reunión, logramos
todos comprender mejor los dinamismos, tanto como mostrar que un grupo que está
verdaderamente unido encuentra en cualquiera de sus miembros la posibilidad de
apoyatura comprensiva. Uno de nosotros,
particularmente inspirado en dicha ocasión, dio con las formas necesarias para
que se produjera un insight grupal.
Los miembros de la promoción
estuvieron entonces a tiempo de reparar
en su compañero aquello que estaban requiriendo reparar en sí
mismos. Él mismo, al asistir a la
reunión, prestó lugar para rescatarse y ser rescatado en sus necesidades de
reconocimiento y apoyo. Pudieron ver que
el grupo mismo y la realización de sus objetivos de formación podían
satisfacerlos.
Paralelamente al trabajo
grupal, se hicieron las correcciones pertinentes a la realidad de la conducción
académica. Hasta ese momento, los
alumnos se venían mostrando apáticos, no cumplían con sus tareas, atrapados
como estaban por sus resentimientos ante la frustración y sentimiento de
abandono. Al presente, se ha revertido
de manera significativamente esta situación.
Creo que es interesante
señalar, además, que de las propuestas de modificaciones, que se les estaban
exponiendo esa mañana, rechazaban justamente la que iba a ser dirigida por un
profesor, exalumno de la escuela, para desarrollar un “curso-reto” de psicodrama,
en torno a la conformación de su supuesto básico de dependencia. Nuestro apoyo al profesor dejaba en claro que
contemplaba en principio las necesidades del grupo de alumnos. El curso mismo tenía esa orientación. Creo que, en esa oportunidad, pudimos contener
la rabia del grupo, a la vez que satisfacer su hambre y atenuar los
sentimientos de persecución que se estaban dando.
Nosotros no buscábamos
“chivos expiatorios”, buscábamos resolver problemas. Tratábamos, también, de lograr una mejor
identificación con lo esencial de la formación como psicoterapeutas: buscar
soluciones.
Es posible que no haya
mencionado todo lo que contribuyó a que
las cosas se dieran de la manera cómo se dieron, pero tengo razones para
confiar en que el futuro de este grupo de estudios va a ser positivamente
diferente a lo que hubiera sido sin el trabajo grupal.
NOTAS
[1]
Estenssoro, Rosa María… Velaochaga,
Julia… Psicoterapia ¿informalidad del psicoanálisis? Revista del Centro de Psicoterapia
Psicoanalítica de Lima, Año II, N°2, 1988.
Morales, Pedro… La docencia de la psicoterapia como proceso
dinámico. Revista del Centro de
Psicoterapia Psicoanalítica de Lima, Año II, N°2, 1988.
Morales, Pedro… La formación en psicoterapia. Trabajo presentado en las primeras jornadas
del Centro de Psicoterapia
Psicoanalítica de Lima. Lima, 1990.
Morales, Pedro… Paz Soldán, Juan… Vicisitudes en la consolidación
de una identidad psicoterapéutica. Trabajo presentado en el II Congreso Peruano
de Psicoanálisis. Lima, Sociedad Peruana
de Psicoanálisis, 1990.
[2]
Beal, G. … y otros… Conducción y acción dinámica del grupo. Buenos Aires, Kapeluz, 1952.
[3]
Bion, W.R. ... Experiencias en grupos.
Buenos Aires, Paidós, 1963.
[4] Péndola, Alberto… La formación
psicoanalítica. Trabajo presentado en el
Primer Congreso de la Sociedad Peruana de Psicoanálisis. Lima, 1990.
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