Desde su aparición en la tierra, más allá de las precisiones del tiempo, el sujeto humano tiende a la organización grupal. De la organización familiar inicial, pronto se pasa a la tribal y empiezan a configurarse roles y normas, que buscan dar cuenta de las naturales tendencias humanas. Surgen la interdicción del incesto, del parricidio, del filicidio, con fuerza suficiente como para que los sujetos encuentren alguna garantía en el grupo. Son las similitudes de familia, de raza, de geografía de origen, las que permiten, a su vez, unir sus potenciales frente a la adversidad y a las necesidades del conjunto. Los sentimientos de pertenencia y de mutua protección emergen como bondades naturales de esta condición.
Miles de años después, nos encontramos en la misma necesidad de contemplar juntos los retos que las circunstancias nos plantean. En primer lugar, vemos que la civilización occidental promueve a ultranza el individualismo excluyente. Los grupos humanos se organizan con más frecuencia en función de objetivos distantes de las necesidades propias de la naturaleza humana. Las ansias de poder, de riqueza material, trascienden las necesidades del grupo, de los demás, de aquellos que también somos, quedando atrapados en una suerte de necesidad de negación de la muerte, de la finitud, de la debilidad, en suma, de todo aquello que nos llevó hace tanto tiempo a generar lazos de solidaridad y pertenencia.
Se van conformando dualidades no integradas entre dominadores y dominados, entre poderosos y pobres, sostenidos en este trámite por mecanismos que podemos emparentar con la escisión. Los unos niegan a los otros y se establecen, cada vez más, fenómenos masivos de proyección. Lo negado por los ricos (la debilidad humana, las carencias, el hambre) es puesto a distancia, en los pobres, a quienes se pretende “ayudar” mientras, en simultáneo, se les extrae hasta la última gota de ilusión, generando grandes monopolios y organizaciones de gobierno corruptas, que crecen de manera monstruosa, con una voracidad insaciable, que asemejan una suerte de cáncer, que amenaza cada vez más con la aniquilación de los recursos, tanto de la humanidad como de la naturaleza misma.
Y, tal como se da a nivel social en el interior de cada nación, vemos cómo se da este fenómeno también a nivel global, entre los diferentes países, entre los países llamados desarrollados y los subdesarrollados; entre los países ricos y los pobres.
Los países pobres miramos, entre fascinados y atrapados, el modelo de los países del “primer mundo”, creyéndonos el cuento de nuestro subdesarrollo, casi convencidos de nuestra “incapacidad” para emularlos. Nuestros heroicos esfuerzos por acercarnos al ideal vigente muchas veces derivan en la migración y el desarraigo, los que, en el peor de los casos, terminan en una identificación con el agresor y en un repudio a nuestro propio pasado. Esto, obviamente, ha permitido y permite que se depreden nuestras reservas humanas, materiales y sociales, destruyendo las raíces mismas de nuestra identidad, en favor de adoptar modelos y fórmulas que se adapten más bien a necesidades foráneas.
Hemos ido, pues, perdiendo el sentido de la necesidad de nuestra organización social en base a lazos y valores, de leyes que se cumplan en beneficio de nuestras propias poblaciones. Se mira ahora más a la agrupación social como un medio para satisfacer los intereses individuales o de pequeños grupos y no desde la toma de conciencia de la necesidad de implementar esta organización para sostener y resolver las demandas y necesidades de nuestras comunidades.
Como sujetos que nos hemos comprometido en una profesión de servicio y siendo que el servicio que ofrecemos tiene que ver con la resolución de problemas humanos, creo que tenemos que partir de un “insight” básico: no podemos manejarnos con el mismo grado de escisión en el que el mundo se halla inmerso.
Esta toma de conciencia resulta angustiante si no apelamos a recursos omnipotentes, como el de creernos “los salvadores”. Pero, si toleramos la presencia de esta angustia, en tanto señal, angustia que se traduce en un sufrimiento existencial frente a lo que sucede en nuestro entorno, creo que podemos mantenernos a distancia de posibles tendencias a la auto-idealización, en las que muchas veces hemos observado a la institución psicoanalítica. El riesgo es, además, que, de tanto manejar estos mecanismos, quedemos atrapados en una forma de funcionamiento “en eco”, eco que sólo puede ser escuchado por nosotros mismos.
La invitación, pues, es a ocupar un lugar terreno, en el cual nuestros recursos puedan juntarse con los de los otros profesionales de nuestro entorno, formando equipos de trabajo multidisciplinarios, participando más en las actividades propias de nuestra comunidad, sin perder jamás la cercanía con las personas que más representan la realidad de nuestro entorno: el pueblo. No se trata solamente de teorizar o desarrollar sesudos trabajos de análisis, requerimos también soluciones, aportes concretos, mas allá de los consabidos “hay que...” que podemos escuchar a montón.
Conscientes de esta necesidad de participar activamente en el desarrollo saludable de nuestro entorno es que, desde hace 20 años, venimos trabajando en el CPPL para formar psicoterapeutas que tengan en cuenta estas premisas. Hemos buscado y seguimos buscando fórmulas de comprensión y abordaje, acordes a la realidad de nuestros pueblos y aplicables al contexto en el que nos ha tocado vivir. En paralelo, casi desde la fundación de la institución, hemos entendido la necesidad de participar en los medios de difusión masiva, a fin de llegar, de manera creativa, a un diálogo con los sectores más necesitados y también con los “no tan necesitados” de nuestro país. De hecho, en la realización de esta tarea nos ha favorecido el estar “un poco al margen” de las exigencias ideales de las instituciones analíticas tradicionales.
Creemos que, en estos años, ha sido importante la labor realizada por miembros de nuestra institución a través de la radio, de la televisión y de la prensa escrita, no solamente para que se sepa que existe la psicoterapia psicoanalítica, sino también para que la gente incremente sus posibilidades de introspección o, por lo menos, que encuentre formas alternativas de comprender lo cotidiano, en particular en los momentos de búsqueda de soluciones.
Hace más de catorce años que mantenemos una participación constante en un programa radial de alcance nacional. En éste, las personas, a través del teléfono, hacen preguntas y muestran su avidez por obtener respuestas a sus problemas existenciales, por adquirir un saber sobre sus aspectos psicológicos, saber que acogen con gran disposición y que les resulta útil en el ámbito de sus familias, trabajo o, en la vida en general. Este público radioescucha, está conformado por una población que va desde gente muy humilde hasta ciudadanos muy diferenciados de todos los rincones del país.
Hemos tenido, además, una larga experiencia en encuentros grupales con la audiencia radial, bajo la forma de talleres, en los que, de manera vivencial, cientos de personas han tenido la oportunidad de expresarse y encontrar alguna forma de respuesta a sus necesidades. Creemos que éstas son formas alternativas y creativas de responder a una realidad social, en la que los sucesivos gobiernos han venido desatendiendo las necesidades de salud y, más aún, las de salud mental. Hemos podido comprobar y demostrar que también se puede ayudar desde la gestión privada, como en este caso, desde una escuela de psicoterapia que asienta las bases de su formación en la sensibilización hacia su comunidad y en el cultivo de la vocación de servicio.
Junto con la actividad realizada a través del uso de los medios, hemos podido mantener, a lo largo de los últimos catorce años, un espacio de desarrollo personal a través de nuestras reuniones semanales de cine fórum. En estas funciones, de convocatoria abierta, hemos visto crecer y madurar a mucha gente. Tenemos la ilusión y la esperanza de promover con ello un efecto multiplicador, tanto en sus vínculos familiares como en la relación con el semejante en general. El solo hecho de sacar adelante un proyecto de cine fórum, con nuestros propios recursos, adscribe a las posibilidades de configurar un ejemplo de logro de conjunto, de las bondades que aporta la unión ante la adversidad, como cuando nos robaron los equipos o cuando hubo que reemplazar aquellos equipos que no daban para más, circunstancias en las que pudimos saborear del placer de la respuesta solidaria de colegas y amigos.
Parece ser que aún existen posibilidades de sostener proyectos en los cuales la finalidad sea el bien común y no el lucro. La fortaleza institucional, que deriva de estas experiencias, tiene muchísimo valor. Esta es una conclusión del análisis de estos 20 años de vida institucional. Son las instituciones las llamadas a resolver la aguda crisis social de nuestros pueblos, pero se necesita partir de una gran solidez y coherencia de objetivos, en donde el bien común esté por delante de cualquier ambición personal.
Creemos que estos proyectos pudieran configurar ejemplos de lo que es posible realizar, tanto al interior de nuestra comunidad profesional como en nuestro entorno social, a partir de un auténtico interés por la salud mental de nuestras poblaciones. Las dificultades de nuestros empobrecidos pueblos, pueden - y deben- ser también objeto de nuestros esfuerzos creativos. Estamos convencidos de que podemos crecer juntos.
En cuanto a nuestro compromiso social en otros ámbitos, la institución participó de manera comprometida en el análisis del fenómeno terrorista, que asolaba al país hasta hace poco mas de 10 años, aportando sugerencias desde nuestro campo profesional. Formamos parte del “Consejo por la Paz”, ente que agrupó a colegios profesionales, gremios e instituciones varias, con quienes tuvimos el honor de conformar una agrupación que levantó la cabeza en un momento de impotencia general, que amenazaba con el colapso del país. Consideramos que en algo contribuimos, al redactar el informe que se le alcanzó al gobierno de turno. Otros grupos, coincidentemente, estaban organizando estrategias para resolver el problema formal del terrorismo y felizmente lograron erradicarlo. Lamentablemente, las condiciones que generaron el brote terrorista subsisten y son una amenaza permanente y un impedimento para nuestro desarrollo saludable.
Un grupo significativo de profesionales, formados en nuestra escuela, participan desde hace años de un programa de atención psicológica y psicoterapéutica a personas afectadas por la violencia política. Han encontrado un espacio en la Coordinadora de Derechos Humanos, para aportar los recursos propios de nuestro quehacer psicoterapéutico psicoanalítico. Sus actividades suponen variedad de abordajes, entrevistas y talleres, además de procesos de psicoterapia de objetivos variables.
Otros miembros de nuestra institución participan en núcleos importantes que han surgido para contrarrestar los efectos de ese otro flagelo que es la corrupción. Algunos forman parte de la Comisión de la Verdad, que es una instancia en la cual participan profesionales altamente calificados, designados para investigar y esclarecer las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante la época del terrorismo en nuestro país.
Múltiples instituciones (la Fiscalía de la Nación, Municipalidades, colegios e instituciones de apoyo al niño y al adolescente en abandono o riesgo) nos solicitan orientación y apoyo. A ello correspondemos en la medida de nuestras posibilidades.
Un consuelo a la impotencia de resolver los problemas profundos de nuestro pueblo deriva de haber desarrollado un servicio de salud mental, con la sola ayuda de nuestras ganas y de la saludable identificación con la tarea de los profesores, alumnos y exalumnos de la institución. Al presente, las cifras de primeras consultas atendidas en nuestro local miraflorino superan las 13,000, cifra que crece exponencialmente si consideramos los procesos psicoterapéuticos que se iniciaron a partir de allí. Nuestro departamento de proyección social ha logrado un justo reconocimiento de la colectividad limeña y, más aún, del país en su totalidad. La idea es brindar atención a las personas de menores recursos en los rubros en que nos manejamos con fluidez: terapia de adultos, adolescentes y niños. También, atendemos en psicoterapia a parejas y familias. Adicionalmente, se ha conformado un competente equipo de psiquiatras que cubren las necesidades de atención farmacológica.
Desde hace un par de años, un pequeño y esforzado grupo de la institución decidió “trasladarse al arenal”, es decir, ir al lugar mismo donde la gente de escasos recursos se esfuerza por surgir de la miseria. Se está trabajando, principalmente, con problemas de violencia familiar, formando parte de las redes sociales de la zona. También, intentan ayudar terapéuticamente, mediante el trabajo grupal, a grupos de pandilleros del lugar. Es un gran reto, que vamos viendo que va a ser muy difícil sostener sin ayuda económica, a pesar de la paciencia y la perseverancia que felizmente se mantienen hasta el presente.
En el lapso transcurrido, la experiencia de trabajo con esta población - con personas de menores recursos, que aspiran a una orientación o a soluciones puntuales, más a la manera de una consulta médica - fueron llevándonos a la conciencia de la necesidad de adecuar los parámetros técnicos, que enseñábamos en nuestra escuela (por lo general, formas de psicoterapia “abierta”).
Esto derivó en un vuelco curricular, que no deja de reconsiderar la experiencia recogida, ya no sólo con estas poblaciones. Nuestra consulta, en general, incluyendo la privada, se ha ido poblando, cada vez más, de pacientes con estadías breves en los tratamientos largos. En la formación que impartimos, hay una creciente consideración por el trabajo focal y por objetivos, por las formas breves de abordaje, superando fuertes resistencias de un sector de nuestros alumnos y profesores, que aún mantienen la idea de que sólo los tratamientos prolongados resuelven el problema del paciente.
Como quiera que existe un equipo de admisión - que atiende las primeras consultas para su diagnóstico y derivación al equipo correspondiente - y, dado que notamos una alta incidencia de deserción en el camino hacia el terapeuta, luego de la derivación, propugnamos un estilo de entrevista que denominamos “entrevista terapéutica”. En ésta, se trata de hacer alguna aproximación resolutivo-orientadora, que pueda serle útil al paciente. Consideramos que esto, lejos de desmotivar al paciente para continuar en una terapia, alienta su motivación debido a una mejor conciencia del proceso.
Un grupo de nuestra institución decidió profundizar en la investigación de esta metodología, traduciéndola en una forma de “entrevista prolongada” (doce sesiones), que les permitió regalarnos con una hermosa obra, que titularon “Diagnóstico con Intervenciones Terapéuticas”, publicada a fines del 2001.
Mantenemos esta misma inquietud por la investigación en nuestros trabajos de talleres y en torno a nuestra labor asistencial. De ello deriva, en parte, la conformación de un equipo de profesionales de mayor experiencia para mejorar tanto la calidad de la atención como para favorecer su desarrollo e intercambio de experiencias. Esta modificación ha permitido consolidar la imagen institucional, fortaleciéndola
Pensamos que este tipo de reuniones, como la de Flappsip, favorece la ampliación de nuestra mirada, más allá del contexto de nuestros consultorios, a la luz de experiencias que, como ésta, podamos recoger de ustedes, colegas latinoamericanos, con realidades similares a la nuestra. Creo que una de las formas en que la psicoterapia puede contribuir a la sociedad parte del compromiso del candidato a psicoterapeuta, desde los comienzos mismos de su formación en las aulas institucionales, de aproximarse a los pacientes de escasos recursos económicos - la mayoría del país -, quienes, como siempre, son personas que nos enseñan y con quienes al final solemos mantener una deuda de gratitud. Concebimos la labor social, no como un favor a la comunidad sino como un encuentro mutuamente nutritivo, por lo menos más nutritivo que la pura revisión de las lecturas teóricas de los problemas sociales.
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